Horacio Cabak venía embalado, defendiendo al gobierno como si estuviera dando un discurso motivacional. Pero la realidad, esa que no pasa por la pantalla de LN+, apareció de golpe en forma de panadero, con olor a horno y a números que duelen. Mientras Cabak repetía el mantra del 1 por ciento mensual, el trabajador lo interrumpió con la simpleza más devastadora: la materia grasa que necesita para trabajar le aumentó 30 por ciento. Ahí se cortó la sonrisa televisiva y quedó flotando el silencio que ningún libertario quiere escuchar.
El móvil se transformó en un choque frontal entre un comunicador que vive de repetir un relato y un laburante que vive de pagar insumos cada vez más caros. No hubo gritos ni show: solo un dato que rompió la fantasía de prosperidad que intentan vender desde los sets de televisión. Esa incomodidad, ese instante donde Cabak se queda sin palabras, es oro puro para entender cómo está realmente el país.
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