
El presidente de Brasil, Lula da Silva, sorprendió al anunciar desde Malasia una reunión con Donald Trump, en la que aseguró haber tratado temas económicos y comerciales con total franqueza. En un contexto internacional cada vez más tenso, Lula logró lo que Javier Milei no consigue: hablar de igual a igual con los poderosos sin perder soberanía.
“Tuve una excelente reunión con el presidente Trump este domingo por la tarde en Malasia. Abordamos la agenda comercial y económica bilateral con franqueza y de forma constructiva. Acordamos que nuestros equipos se reunirán de inmediato para buscar soluciones a los aranceles y las sanciones contra las autoridades brasileñas.” Así, sin vueltas, Lula marcó presencia internacional y volvió a poner a Brasil en el centro de las decisiones globales.
El contraste con la Argentina es inevitable. Mientras Milei se arrodilla ante los intereses extranjeros y se jacta de su cercanía con los millonarios, Lula viaja, negocia y defiende la producción de su país. Lo de Malasia no fue solo un encuentro diplomático: fue una señal clara de liderazgo. Un gesto de política real frente a un gobierno argentino que solo acumula discursos vacíos y fotos para las redes.

