
Una jubilada que viene usando las rutas bonaerenses desde antes que se licuara el dólar, se encontró con un panorama patético: baches que te hacen saltar los empastes, señalización que apenas se distingue y parches de brea que no disimulan la mugre. Ni lerda ni perezosa, frenó en la cabina de “El Dorado” y, con el celular al hombro, le plantó cara al pibe del peaje.
La cosa fue así: el laburante le sugirió que bajara y levantara la barrera ella misma —pero ella sabía que eso la dejaba al horno con las cámaras. “Buscame al supervisor”, le mandó. Después de esperar un poco, se la levantaron y siguió de largo… sin poner un solo peso.
Con firmeza de sobria de antes, soltó: “Si no brindan el servicio, nosotros no tenemos por qué pagar”, y remató con un callazo que muchos aplaudieron: “Aprendamos a defender nuestros derechos, que no nos sigan robando”