La detención de Miguel Calvete desató un terremoto político que nadie en el Gobierno vio venir. Mientras los voceros intentan minimizar el escándalo, la Justicia avanza sin mirar para los costados. El allanamiento terminó revelando más de lo que cualquiera esperaba: cuadernos con anotaciones detalladas sobre movimientos de dinero y nombres propios que generan un silencio incómodo en los despachos oficiales. Nadie se anima a decirlo en voz alta, pero todos saben que ese hallazgo puede abrir una puerta que el mileísmo preferiría mantener cerrada para siempre.
La situación se volvió aún más explosiva cuando, en paralelo, Ornela Calvete presentó su renuncia después de que los investigadores encontraran una suma impactante de dólares en su domicilio. La imagen del gobierno “incorruptible” quedó golpeada y el clima interno es de máxima tensión. En los pasillos ya hablan de un daño político que recién empieza y de un caso que podría arrastrar a figuras que hasta hoy parecían intocables. No es cualquier noticia: es un golpe directo al corazón del poder.
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