Caputo trató de blindar el tema diciendo que el swap con Estados Unidos era un asunto secreto entre países, imposible de confirmar. Lo dejó flotando, como si fuera algo casi mágico, inchequeable y “por tu bien no te lo puedo decir”. Pero veinticuatro horas después apareció Bessent, cero vueltas, confirmando que el swap ya está activado y que encima están teniendo ganancias. ¿Qué tan serio puede ser un país donde el ministro dice una cosa y el financista aliado cuenta lo contrario con una sonrisa en la cara?
Lo más grave no es la desmentida, sino qué significa. Mientras acá hacen silencio y prometen un futuro brillante, afuera ya están cobrando. Acá venden “confianza” y allá hacen caja. El dólar se mantiene planchado para los amigos del poder mientras la gente pide monedas para el colectivo. No es un rescate: es una timba con bandera de Estados Unidos. Cuando todo esto explote, cuando la burbuja se pinche y vengan a cobrar la factura, ¿quién va a poner la cara?
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