Luis Novaresio no lo podía creer. Frente a él, una comerciante le describía una realidad que ni los economistas más críticos se animan a decir tan crudamente: ya no se llega a fin de mes, porque el 12 ya es fin de mes. La mujer, dueña de un súper mercado de barrio, habló sin vueltas: “La gente tarjetea sabiendo que el mes que viene no va a poder pagar”. Una frase que bastó para dejar al periodista al borde del silencio.
En su relato, la comerciante no habló de estadísticas ni de inflación, sino de algo más profundo: la desesperación de miles de familias que ya no eligen qué comprar, sino qué dejar de comprar. Mientras algunos funcionarios dicen que no llegar a fin de mes “es una sensación”, los pequeños comercios viven el derrumbe del consumo y una angustia que no se tapa con relato.
