Feinmann lo miró fijo y le tiró sin filtro: “La gestión está parada”. Silencio en el estudio. Adorni intentó reaccionar, pero la cámara lo traicionó: esa media sonrisa tensa lo dijo todo. Por primera vez, el vocero convertido en jefe de Gabinete quedó sin libreto, reconociendo que el gobierno pasó “unos meses complicados” donde la agenda “no fue lo que hubiesen querido”.
Intentó remontar con frases de manual, pero ya era tarde. La incomodidad se notaba hasta en los gestos. Cuando Feinmann insistió, Adorni se refugió en el argumento de siempre: la culpa es de “los que quieren dañarnos”. En resumen, un vocero que habló mucho pero dijo poco, frente a un periodista que, esta vez, se animó a ponerlos contra la pared.
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