
Sergio Sánchez, cartonero y amigo del Papa, viajó al Vaticano para despedir al hombre que rompió los muros del poder para abrazar a los más humildes.
Francisco no fue un Papa para los palacios. Fue un pastor de los de abajo. Un profeta de Tierra, Techo y Trabajo. En cada gesto, en cada palabra, eligió el lado de los pobres, de los descartados, de quienes no tienen voz.
Por eso la imagen de Sergio en Roma estremece. Porque no es un embajador ni un político. Es un trabajador de la Economía Popular, uno de nosotros. Y su presencia ahí, frente al Vaticano, despidiendo a Francisco, dice más que mil discursos.
Sergio no viajó solo. Con él viajó el abrazo de miles de compañeros y compañeras. Con él viajó el agradecimiento, la ternura y la fuerza de una lucha que no se rinde.
Francisco nos enseñó que los últimos serán los primeros. Y ahí está Sergio, en el corazón de Roma, como testigo de ese milagro.